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Enólogo y sumiller: misma pasión, diferente oficio

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Enólogo y sumiller: misma pasión, diferente oficio
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por Miximiliano Bao sumiller

En ocasiones confundimos –o no diferenciamos– entre un sumiller y un enólogo. Es habitual tener más contacto con el primero, ya que el sommelier (en francés) interactúa con el consumidor final presentando el vino y sirviéndolo en un restaurante, aconsejándonos en tiendas especializadas, realizando labores comerciales, dando charlas de formación, dirigiendo catas o escribiendo artículos para publicaciones especializadas.

En cambio, el enólogo es el “padre” de los vinos: cuida las viñas, decide cuándo y cómo se vendimia, controla todos los procesos en la bodega y decide –tras consensuarlo con el equipo comercial y teniendo en cuenta las necesidades del mercado– el momento en el que las botellas verán la luz de las tiendas.

     

 

 

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Es curioso como cada uno cata los vinos de manera diferente: mientras que el sumiller centra sus descripciones en aromas, texturas, sabores y equilibrios, mayoritariamente cuando el vino ya está en el mercado; el enólogo, en cambio, imagina el vino desde el viñedo y participa en todo el proceso. El enólogo sufre igual que sus cepas cuando les azota el pedrisco o la sequía es muy severa, cata los mostos en plena fermentación, sueña en cómo crecerá con los mimos de la barrica y hasta embotella; para luego ver cómo parten las cajas en el camión y centrar su esfuerzo ya en la siguiente añada.

Los viticultores siempre tienen buenas historias: miran las vides y cuentan anécdotas de mares que se secaron, de callos en las manos, cuentos ciertos de ancestros, túneles, guerras, plagas y terratenientes. Al enólogo le gusta arrancar un trozo de tierra y alzarlo al aire, se fija en lo crujiente de la pepita para juzgar la madurez del fruto y casi siempre tiene instantes en los que la mirada se le pierde más allá del horizonte.

 

   

 

 

El sumiller, por su parte, no vive sólo de vino: saber de jamones, quesos o incluso cigarros es parte de su trabajo. En el restaurante armoniza platos con vinos, cervezas, cócteles, destilados e incluso aguas, al igual que asesora sobre aperitivos y digestivos. El sumiller suele ser el nexo de unión entre el enólogo y el cliente, traduciendo tecnicismos y trasmitiendo los deseos de los consumidores para futuros proyectos.

Dos profesiones unidas por una misma vocación, padre y maestro, dispuestos a darnos siempre lo mejor de su trabajo para que todos podamos disfrutar de un buen vino.

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